Según cuenta la historia, los primeros en saborear y cultivar el chocolate fueron los Olmecas (civilización precolombina sita en México entre los años 1500 y 400 a.c.) que mezclaban con agua las habas de cacao tostadas y molidas. Según se ha estudiado recientemente, puede que esta bebida se dejase fermentar como si de una cerveza se tratase. Además se sabe que le añadían distintas especias como vainilla o chile y también azúcar.
Posteriormente el xocoatl (agua amarga) se extendió entre los Mayas y Aztecas. Utilizándose en rituales religiosos. El consumo de chocolate era entonces un símbolo de abundancia. Hasta tal punto que se llegaron a utilizar las habas de cacao como moneda de cambio.
Pero el chocolate no sólo se utilizaba en las ceremonias religiosas, también era utilizado por los soldados antes de la batalla, debido a sus propiedades estimulantes y tonificantes.
Mucho tiempo después, cuando Cristóbal Colón regresó de América, trajo consigo las preciadas habas de cacao. Sin embargo, no fue hasta julio de 1550 cuando se introdujo el chocolate como bebida en España, de la mano del conquistador Hernán Cortés. Éste, en una carta a Carlos I de España y V de Alemania lo describió como "la bebida divina que acumula resistencia y lucha contra la fatiga. Una taza de esta bebida preciosa permite que el hombre camine durante una jornada completa sin alimento".
Desde entonces, durante su expansión en Europa, se ha consumido en forma de bebida, de tabletas, de puré, como pastel... y se le han añadido cientos de condimentos diferentes. También se le han atribuido diversas propiedades: excitante, energizante, afrodisiaco, digestivo, tónico, diurético... pero esta es otra historia de la que hablaremos otro día.
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